Hace casi doce años capturé esta escena en Niquitao, un pueblo andino lleno de historia y encanto, escondido entre las montañas del estado Trujillo. Esta calle, tranquila y sencilla, conduce a la famosa "Casa de Las Mantecadas," un lugar que guarda el legado de Isabel Moreno y su receta inigualable que endulzó tantas vidas.
En primer plano, una pareja camina sin prisa, sus pasos parecen llevar el ritmo de la vida misma en Niquitao. Más allá, otra pareja hace lo mismo, sumida en una conversación serena, como si el tiempo aquí transcurriera de otra manera, sin la urgencia del mundo exterior.
Aunque sus calles empedradas ya son cosa del pasado, borradas poco a poco por la desidia y la falta de cuidado de las autoridades, Niquitao conserva una parte de su esencia gracias al esfuerzo de algunos de sus habitantes. Las huellas de la historia no siempre logran preservarse en su totalidad; solo quienes cuentan con recursos o de vez en cuando una inversión lograda con esfuerzo pueden mantener viva parte de su legado. A pesar de ello, el pueblo sigue siendo un reflejo de la resistencia y la belleza andina.
Niquitao tiene una calma que se siente en el alma. Sus calles, rodeadas de fachadas de tapia blanca, cuentan relatos de generaciones, aunque muchos de estos estén en riesgo de perderse. La tranquilidad que se respira invita a detenerse, a escuchar el murmullo del viento entre los árboles y a observar cómo las montañas protegen a este rincón del olvido.
Cada detalle en esta fotografía me transporta a esos días en los que recorría estas calles con mi cámara en mano, buscando capturar no solo imágenes, sino también emociones. Esta es mi manera de mostrarles lo que veía a diario: un pueblo lleno de vida en su aparente quietud, donde la sencillez es sinónimo de belleza.